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«UNA BALLENA», todo aquello que no vemos

Por Alexandra Iglesias, Directora y critica cinematográfica

Artículo escrito en el marco de Sitges (Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya) 2024

Profunda, cuidada, fría, discreta, silenciosa, bella, misteriosa… Todo ello es “Una Ballena”, lo es el film, lo es ella, nuestra protagonista (Ingrid García Jonsson), y lo es la cámara que la retrata, así como la propia historia: la de una asesina a sueldo. Actos de frialdad abrumadora, contexto de frialdad abrumadora, de la mano de una soledad sobrecogedora… una mujer escurriéndose entre un mundo de hombres, abandonando su humanidad, y convirtiéndose así en un ser invisible, oculto. Una fuerza increíble pero invisible, escondida en las profundidades, en la oscuridad, en el silencio… todo reforzado por un poderoso paralelismo con la criatura de la ballena y su alma de mar.

Visualmente generando una puesta en escena meticulosa, coherentemente meticulosa, también como ella; impregnada de simbología y poesía visual, convirtiendo así la película en un meticuloso y frío retrato de un meticuloso y frío cometido.

Un film con reminiscencias de cine negro, y asimismo creando una simbiosis entre el cine poético y el realismo mágico. Magia elegante y lírica; fantasía preciosista. Una metáfora constante que conecta al personaje principal con el misterioso ser marino de una ballena, a la que se le otorgan pinceladas de una criatura mágica. Así es cómo Pablo Hernando, director de la obra, las conecta narrativamente a través de la unión física de sus cuerpos, y al mismo tiempo las unifica poética y cinematográficamente gracias a las decisiones creativas y visuales que la envuelven, que la mecen como la ballena a ella.

 

Así pues se genera una misteriosa estampa que nos permite entrever justamente todo aquello que no se ve a simple misma, todo aquello meticulosamente cubierto con un tupido velo, en este caso dinámicas de contrabando de profunda violencia silenciosa, tan ocultas como los seres marinos que habitan las profundidades del océano. No los vemos a simple vista, pero existen y son de una fuerza abrumadora.

Por ello el film se convierte en una ventana hacia aquello oculto bajo la superficie, de manera literal y simbólica, todo aquello que no se ve, o que no queremos ver, como ella. Idea reforzada gracias al uso narrativo de la oscuridad dentro del plano, la negrura, la inquietante ausencia de luz, como en el fondo del mar. En consecuencia, un halo de misterio lo baña todo, dialogando con lo incierto, lo desconocido, lo aparentemente invisible reforzado por lo aparentemente silencioso.

Un atosigante silencio que todo lo invade, generando así una extraña inquietud; como un cuerpo suspendido bajo el agua, en silencio, calmado, pero con atisbos de nerviosismo ante lo desconocido, ante lo vasto… Y se genera un vacío, con encuadres de brutal ausencia, de absoluta soledad que invade a un sigiloso personaje de alma vacía… así como el cuerpo de la ballena cazada que yace en la orilla, desprovista de vida, como ella. Y ella la acaricia, una forma de conectarlas visualmente y un atisbo de calidez que se queda en atisbo. Una calidez que intentará activar un tercer personaje, pintando la fría puesta en escena de cálidos naranjas, pero rechazados por ella; cuya frialdad inunda irremediablemente todo su universo.

Un cromatismo de azules apagados, oscuros y grises que empastan cual pintura con su alma fría y el ambiente que la abraza; o más bien, que no la abraza. Una paleta de color marina reforzada por la incesante presencia del agua que todo lo inunda, todo lo moja, constantemente presente visualmente gracias a las imágenes marinas, a la lluvia… lo líquido conectando de nuevo ambos universos; conectando pero aislando cual acuosa cortina, como un denso manto oceánico; un manto de apariencia tranquila y estable, como ella, y al mismo tiempo, pudiendo ser la fuerza más intranquila e inestable, de movimiento imparable.

Una fuerza abrumadora intrínseca de lo natural, de la mano de un descontrol inherente; un mar de energía arrolladora y violenta, pudiendo generar así un escenario visceralmente destructivo e incontrolable.

Y en consecuencia el director nos interpela, y nos dice, nos grita, que la violencia existe, existe en el mar, existe en la naturaleza, existe en nosotros; y en consecuencia existe la violencia hacia ella, hacia la madre tierra y los seres que la habitan. Una persistente violencia.

¿Es realmente inherente? ¿Es un retrato pesimista? ¿Es una visión fría?

Sí a todo. Y por ello no haré como ella, y sí me dejaré abrazar por la calidez, para así huir y silenciar toda esa violencia.