

MARÍA DÁVILA, CHER Y LA MALDICIÓN DE TENER ESTILO
Por Víctor Aparicio, Fashion Editor of Fantú Magazine. Febrero 2025
En la vida hay cosas que simplemente son: Las amapolas son rojas, el bolso nunca es lo suficientemente grande, y María Dávila es una estrella. No de esas que solo necesitan alfombras rojas y focos. No. María es una estrella en el sentido más hipnótico y radiante de la palabra en sí misma. Un punto de referencia para muchos en la industria, un nombre que todos bisbisean, pero que pocos tienen el gusto de tratarse.
Pero antes de que sigas leyendo, te recomiendo darle al play a Common People de Pulp. Porque si hay una manera de entrar en el cosmos de María, es con la bso que se repite en su mente sin cesar. Ahora si, ¡SIGAMOS!
Hace unos años la conocí en una coctelería cerca de la plaza Tetuán. Una amiga en común creyó que debíamos conocernos, y como tantas otras veces, tenía razón. María, para los neófitos en moda, es ese tipo de persona que nunca está fuera de lugar. Si la invitaras a una fiesta en el palacio de Marie Antoinette, aparecería vestida para la ocasión. Si la teletransportaras a la discoteca de Grease, la encontrarías dándole consejos de estilismo a Sandy. Y si la metieras en un cohete dirección a la Gala MET del espacio exterior, probablemente iría vestida por Alessandro Michele y llevaría a Cher (su perrita, no la cantante aunque con María, cualquier cosa es posible).
Quizá por eso se ha bautizado como una de las estilistas más magnéticas del panorama actual. Su ojo para el detalle y su habilidad para leer el cuerpo y la personalidad de alguien como si fuera un libro abierto, hacen que cada look suyo cuente una historia. Y no cualquier historia: una llena de plot twists, teatro y, por supuesto, un estampido de color digna de un Hockney.
Hoy nos encontramos con ella en el Bar Costa, su bar favorito en Barcelona. La cito a las 17:15h, porque ni en punto ni y media es tan sugestivo. Aparece con su perrita Cher en brazos, se sientan en una butaca y María, sin perder un segundo, empieza a cardarle el pelo. Elisabeth, la fotógrafa que nos acompaña hoy, saca su cámara y empieza a disparar.
Y así, entre cepillos, flashes y un bar que abre en nada, este texto se empieza a escribir solo.
DE MADRID AL MUNDO
María nació en Madrid, y mientras otros niños jugaban con muñecos, ella tenía a Velázquez, Goya y El Greco instalados en su retina. Pero su cultura estética no se quedó en paredes de color museo: Grease, Alicia en el país de las maravillas y El mago de Oz fueron su Holly Trinity, y las revistas de moda de su madre, su Biblia. Porque mientras otros niños leían cuentos, ella diseccionaba editoriales de Vogue, figurándose la historia detrás de cada imagen. Porque si algo tiene claro, es que la moda es puro storytelling.
Pero no nos engañemos, el talento sin contumacia no sirve de nada. Y María, desde adolescente, ya tenía claro que la moda no era solo algo que se compraba, sino algo que se hacía. Como aquella falda Levi’s a la que le quitó la cintura para añadirle pegamento de purpurina, en un homenaje automático a Mariah Carey en los 2000. O ese par de zapatillas de deporte de colores diferentes, poniéndose un pie de cada conjuntándolas sin recato.
Su confirmación llegó con sus primeras prácticas con Jeremy Scott. “Me metí en un mundo y no he salido nunca de él”, me cuenta. Y la entiendo. Porque una vez que te cuelas en el universo María, tampoco quieres marchar.
Si hay algo que la define es su pragmatismo. ¿Tendencias que eliminaría? Ninguna. “Todo existe por algo”. ¿Prendas inmortales? Un traje de chaqueta. ¿Un error que se convirtió en un acierto? Todos. Porque, para ella “Los fracasos son fundamentales para aprender, ningún error en particular, han sido muchos. Nunca hay que ver el error como algo malo, es lo que nos ayuda a tener claridad”
¿La mejor lección que ha aprendido? Que la autenticidad solo se encuentra mirándose a uno mismo.
Pero incluso las reinas del estilo tienen su talón de Aquiles.
Y el de María se llama Crocs.
Sí.
Esas.
Las detestaba con todo su ser, hasta que los rodajes le enseñaron que la comodidad es una diosa despiadada y caprichosa. Ahora las lleva, aunque con pantalones largos para camuflarlos, porque el aesthetic trauma sigue ahí.
Cuando le pregunto por el objeto sin el que no podría vivir, no tiene un solo veredicto. Su casa es un museo de recuerdos. “Cada objeto tiene una historia de cómo ha acabado conmigo”.
¿Su last purchase? Una caja de plata con forma de manzana o membrillo—no lo tiene claro—que encontró en una tienda de segunda mano en Barcelona. De esas que parecen la cueva de las mil maravillas. “Entre tanto plato y vaso, de repente encuentras algún tesoro”.
¿Y si pudiera sisar un armario, de quién sería? El de Chloë Sevigny, aunque admite que nunca le quedaría igual. (cosa que discrepo)
Pero si hay un personaje que le hubiera encantado vestir, ese es Carrie Bradshaw.
Y ahí es cuando todo casa: porque María Dávila y Carrie son almas gemelas. Ambas tienen ese je ne sais quoi imposible de imitar. Solo hay una diferencia: Carrie no tenía una perrita llamada Cher.
A STAR IS BORN: CHER
Cher, la otra estrella de esta historia, impacta en la vida de María como lo hacen todas las grandes cosas: por puro destino. Primero encontró a su hermana, y siete años después, a ella. Y si alguien se pregunta de dónde viene su nombre, la respuesta es un cóctel bien sacudido de divas: Cher y Cher Horowitz de Clueless. Porque, seamos honestos, si un Pomerania no es un ícono pop, ¿entonces qué es?
Como toda diva, Cher no sale de casa sin su kit de supervivencia: un cepillo para mantener su melena impoluta y premios siempre a mano, porque el talento del glamour merece ser laureado. Y talento es justo lo que derrocha cuando anda como si llevara stilettos invisibles, con un contoneo tan estudiado que ni las mejores modelos.
Hablando de divas, si Dávila pudiera tomar el té con alguien del más allá, en él más acá, la lista sería de otra galaxia: Lewis Carroll, Amy Winehouse y Dalí. Porque las conversaciones sin un poco de gossip no valen la pena.
MARIA DAVILA’S STARTER PACK
Si alguna vez quisieras canalizar la esencia de María, ella te abre su bolso. Pero cuidado, no es solo un complemento más, es un altar portátil, un kit de supervivencia hecho a ella. Dentro, encontraríamos un bálsamo labial—ahora mismo, Lanolips, su última obsesión—y un perfume, que cambia por temporadas; actualmente, una Allegoria de Guerlain, porque la aromaterapia también fija el mood. Para la mirada, máscara de pestañas Better Than Sex de Too Faced, y para la piel, una crema hidratante con SPF 50, reaplicada religiosamente varias veces al día. Pero lo más interesante es lo que escapa de lo predecible: una obsidiana negra traída desde México por una amiga, un cuarzo blanco para protección divina, un metro—porque nunca se sabe—y sus cascos, su refugio sonoro personal.
Podría seguir hablando con María durante horas, pero el Bar Costa abre al público y Cher empieza a impacientarse.
Lo que está claro es que María Dávila no es solo una estilista. Es una escritora visual, una creadora de universos.
Y es que solo ella sabe guiarnos por el camino de baldosas amarillas con el donaire de quien siempre lleva los chapines de rubíes. Porque al final, la moda puede ser una jungla, un espectáculo o un cuento de hadas, pero hay algo que nunca cambia: como Dorothy decía, “se está mejor en casa que en ningún sitio”
Y si casa es donde está María, entonces yo me quedo a vivir.
Fashion editor @victor___aparicio
Editor in chief @jogarciagarrido