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GALERIE DIOR X PETER LINDBERGH

Por Víctor Aparicio, Fashion Editor of FANTÚ MAGAZINE

Cuando la moda y la fotografía se besan bajo la lluvia parisina, algo mágico sucede. Y esa magia, con todas sus capas de gusto y recato, se encuentra en exuberancia en la Galerie Dior, donde por un tiempo, se rinde homenaje a Peter Lindbergh. ¿El resultado? Una exposición que no es solo un tributo visual, sino una zambullida en su universo, donde cada fotografía no viste a sus modelos, las revela.

Peter Lindbergh, nunca fue de los que se conformaban con encuadres perfectos ni luces de cuento de hadas. Para él, las modelos no eran simples maniquies que cambiaban de pose al son del flash, sino musas vivas, con historias que se dejaban ver a través de sus miradas, su sonrisa o ese momento de fragilidad atrapado entre un disparo y otro. En esta exposición, esa filantropía se entrelaza con la maestría de Dior, creando una narrativa visual que redefine el fulgor de la moda.

Dividida en diez espacios, la muestra no solo ensalza a Lindbergh, sino que convierte su obra en una conversación íntima con las creaciones de Dior a lo largo de los años. Desde el primor de Marc Bohan hasta la femineidad que Maria Grazia Chiuri nos presenta hoy, las fotografías de Lindbergh no solo capturan la moda, sino que la interpretan, la humanizan, la hacen respirar. Es como si, a través del lente de Lindbergh, Dior y la fotografía se miraran a los ojos, como lo hacían los amantes en esas películas en blanco y negro, cuando el cine no solo era un válvula de escape, sino una forma de vernos a nosotros mismos.

Lo que hace única esta exposición no es solo la calidad excelsa de las imágenes (aunque, créeme, querrás tatuarte alguna de ellas en el pecho), sino la forma en que Lindbergh jugaba con esa línea invisible entre lo boato y lo real, entre lo sublime y lo imperfecto. Piensa en su colaboración con Dior en 2018, en las calles peladas y mondadas de Nueva York. Es como si, a través de sus fotografías, Lindbergh estuviera cuchicheándonos cerca de nuestro pabellón auditivo que la alta costura no es un pedestal inaccesible, sino una forma de belleza que puede existir en cualquier lugar, incluso entre la imperfección y el caos.

Y en un mundo donde MeToo y las luchas feministas se encuentran en cada comisura de la conversación, las imágenes de Lindbergh adquieren un significado aún más profundo. Porque sus fotografías no sexualizan ni reducen a las mujeres a un simple objeto de deseo, las celebra en su fulgor. Aquí, las modelos no posan sino que son las co-escritoras de su propia historia. A veces ríen, otras veces simplemente observan a través del visor con esa mirada tan real que te hace pensar que están hablando directamente contigo. En ese instante, la moda deja de ser un molde y se convierte en una voz.

Caminar por esta exposición es como merodear por la historia misma de Dior, pero a través de los ojos de alguien que entendió que la moda es mucho más que telas y brocados: es un vehículo para contar historias 100% humanas. Ver una foto de Marion Cotillard en la Torre Eiffel, enfundada en un Galliano, o un retrato de Carolyn Murphy, vestida por Gianfranco Ferré, no es solo un ejercicio nostálgico. Es un recordatorio de que la moda, como el buen arte, no se volatiliza sino que evoluciona. Y con cada evolución, cuenta una nueva historia.

Porque como dijo Peter Lindbergh: “La responsabilidad de los fotógrafos es liberar a las mujeres del terror de la juventud y la perfección.” 

Así que si tienes la suerte de caminar por el 11 rue François-Ier en París, no dejes pasar la oportunidad de visitar esta galería. Y si no puedes, al menos queda el consuelo de saber que, en algún rincón del mundo, la moda y la fotografía están teniendo una conversación hermosa sobre lo que significa ser la nueva it que ya se aleja de lo chic, pero nunca de lo real.