EL COLOR ROSA Y BARBIE
Sinceras felicitaciones a los encargados de marketing de esta producción de la Warner que han conseguido llenar las salas de cine, vestir felizmente de rosa a los espectadores y a personajes famosos en las diferentes premieres de todas las partes del mundo, atraer la atención de quienes ni hubiesen pensado en acudir a ver una película de ese tipo, y potenciar el fenómeno Barbiecore. Y todo ello con motivo del estreno de la película Barbie.
Parece que el éxito gira claramente alrededor del poder del color rosa, que ostenta la capacidad de transmutar de kitsch a elegante, de opresivo a liberador, de símbolo trasnochado femenino a señal de empoderamiento feminista, en función de cómo se utilice. Se usó de manera emocional con una dimensión metafórica inteligente – como ejemplo cercano – en la colección de Valentino Pink PP FW 22-23 en el que su director creativo Pierpaolo Piccioli supo reinterpretar el color fucsia de manera sofisticada e innovadora creando una memorable e impactante colección. Véase el video de la campaña protagonizado por Zendaya para apreciar todo ello. En Barbie el poder del rosa ha hecho su efecto, pero de manera muy diferente.
El largometraje Barbie es facilón e insulso, con un mensaje aparentemente feminista, pero en realidad desgastado y tan plastificado como la propia muñeca Barbie. Eso sí, muy rosa. Todo es predecible en Barbie, incluida la sátira de Mattel que está como mal encajada en la historia tal y como se plantea. Todas las interpretaciones van en la misma línea, aunque hay que reconocer que Margot Robbie hace su papel de Barbie, muy Barbie. La dirección de arte, de igual manera, tiene un mensaje claro, pero es básica y simplista. Es una pena que una directora como Greta Gerwig no haya aprovechado ese potencial y esos medios económicos a sabiendas del marketing del que podía disfrutar, para hacer algo interesante e inteligente, contando una historia elaborada y original. Sin embargo se ha conformado con un guion insustancial.
El largometraje parece pretender, atraer tanto a los fans del universo de Barbie, como a los detractores de la feminidad cliché, y lo consigue; a todos atrae, viste de rosa y sienta en los cines. Yo me sentí algo estafada. Pero reconozco el éxito de la campaña de marketing super rosa que ha conseguido que cuando introduces en el buscados de Google la palabra Barbie, la página que abra en rosa aderezada con muchas estrellitas rosas en movimiento y, como no, que el largometraje se coloque en el número uno de las películas más taquilleras de 2023. Y entonces me pregunto, si las pretensiones de las productoras son hacer solo entretenimiento y no cine de verdad, porque el cine es una potente manera de transmitir mensajes a la población, de educarla y de nutrirla de información y cultura. Debería haber una diferencia entre cine y parque de atracciones.
Words: Jo García Garrido