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101 Art Noviembre 2025
la imagen que elijo para acompañar el articulo es una versión del cuadro La Fiesta de Venus (RESULTADO FINAL)

Chris Ware: Sobrecarga sensorial, diversión secuencial

By Judith Trench

La lectura de este gigante estadounidense del lenguaje secuencial en un principio es una tarea abrumadora, sobre estimulación de pequeños datos y diagramas, tal y como esta configurada la exposición retrospectiva en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB).

Recuerdo sacar de la biblioteca Jimmy Corrigan, el niño más listo del mundo. Recuerdo también la sensación de libro usado, el tacto pegajoso de la mugre del plastificado y los hallazgos sorpresa de pelos o microinsectos momificados por el peso de las páginas. El rastro de muchos lectores de la pública autobiografía de Jimmy me hace coger el libro con una mezcla de prudencia por el asco e ilusión por el contenido que me espera. Chris Ware cuenta con una carrera prolífica que abarca desde portadas para The New Yorker, recopilaciones de bocetos al natural y un puñado de cómics copiosos, los que se tardan décadas en hacer y los que requieren tardes de atención plena. Leer a este gigante estadounidense del lenguaje secuencial, en un principio, es una tarea abrumadora: sobreestimulación de pequeños datos y diagramas, tal y como está configurada la exposición retrospectiva en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB).

El cómic que leí hace un lustro era un tomo grande y pesado. En una de las cartelas de la muestra, Chris Ware contaba que la duración de la lectura del cómic (unas cinco horas de inversión) fue equivalente al tiempo que pasó con su padre en toda su vida (casi sesenta años). El recorrido de Jimmy y la relación con su progenitor le sirve a su creador de espejo en el que ficciona parte de su vivencia. Así cuenta cuestiones como esta y demás de su proceso creativo en la charla a tres bandas Página prestada. En sus libros abundan los saltos temporales y las fuentes de tipografías diminutas, así que la concentración es dual: hace falta retentiva y poca miopía. Tanto las historias de Jimmy Corrigan (1995), Building Stories (2012) y Rusty Brown (2019) me recuerdan a la narrativa del cineasta Todd Solondz y al velo nostálgico del sonido de la banda Eels. En algún imaginario colectivo que quizás me invento… Ese que recoge el testimonio de los fracasados y sus desencantos.

Bajo el título Dibuixar és pensar me encuentro el antiguo convento del barrio del Raval forrado de arriba a abajo con los distintivos edificios históricos del autor natural de Nebraska y cientos de imágenes fraccionadas en miles de recuadros que cuentan millares de cosas. Metros y metros de retículas enganchadas en los espacios de piedra del centro que requieren mi observación, que se divide nerviosamente en todas las direcciones. Debería haber leído antes la guía práctica de la exposición en la que se advierte de sobrecarga sensorial…

Les sales estan decorades amb dibuixos a les parets i al terra de l’espai que poden comportar sobrecàrrega sensorial. Focalitza l’atenció en aquelles que vulguis mirar amb detall.

Focalizando tarde, me acuerdo de cómo cada apartado representaba uno de los proyectos del autor de forma cronológica. Espolvoreada con animaciones, fragmentos de entrevistas, muñecos promocionales, esculturas de papel, prototipos de maquetas y demás experimentos artísticos. Además de una generosa colección privada de esbozos originales y ediciones raras que otorgan a estos musos del Ware infante un lugar destacado en su muestra. Encontramos joyas de George Herriman, Frank King y Charles M. Schulz, la tríada de reformadores del cómic estadounidense del siglo XX que iniciaron una nueva manera de articular palabra e imagen. Su aportación hizo que se descartara la idea común del cómic como receptáculo de risas y mamporrazos, usualmente de corte autoconclusivo. Estos autores insuflaron al género escenas costumbristas y narrativas complejas que mostraron no solo el paso del tiempo, sino las incertidumbres que vivían sus protagonistas. En lo formal también aportaron cambios en la forma de componer la página, jugar con los colores y acercarse a lo experimental o a lo simbólico. Ware recoge el legado y ordena sus pensamientos de forma artesanal (menos el color) y meticulosa, dándole peso al hipertexto analógico.

El propio recorrido de la exposición me recuerda a las múltiples direcciones de lectura de sus cómics: este avanzar hacia delante y volver atrás para comprobar un detalle de la página veinte que no se sublima hasta la ciento noventa. O ese girar el libro para continuar entendiendo. Sigo el recorrido marcado por los comisarios y vuelvo a ver la propuesta, esta vez a la inversa, entendiendo el proceso artístico de Ware y del resto de los mortales como evolución o regresión constante.Dibuixar és pensar… Pienso en si pienso cuando dibujo…

Precisamente cuando no pienso demasiado es cuando más me acerco a lo que quiero ver en el papel. Pongo el foco en conseguir algo expresionista que provoque una reacción inmediata, próxima a la comicidad y quizá desligada de connotación narrativa… Me centro más en los escenarios u objetos que me permitan componer de forma divertida y en los que los detalles sean numerosos pero suficientemente certeros. Ahora me acerco a la imagen como hacían Rubens y Brueghel, donde en un solo escenario se fragmentan diversas acciones, pero también me atrae la idea de explicar a través de la encadenación de cuadros de contenido, como Ware…

Al salir al patio del CCCB, decorado con esgrafiados locos del modernismo, me vienen a la mente referencias que conectan de alguna manera con lo que acabo de ver. Herederos de este idioma rizomático como Ivan McGill, Miguel Vila, Cynthia Alfonso, Begoña García-Alén, Yuichi Yokoyama o Lars Arhenius. Conecto con la idea del cómic Here (2014) de Richard McGuire, donde el protagonista es un rincón del mundo y el conflicto es simplemente el paso de los siglos. Pienso en cómo el edificio que hoy acoge a Ware primero fue iglesia, luego convento, más tarde caserna militar, también correccional y finalmente hospicio. Y para finalizar, no puedo no mencionar la colectiva Constel·lació Gràfica, en la que nueve autoras representativas del grupo milenial sumaban fuerzas y en la que se veía de fondo la estela de influencia del protagonista que nos ocupa.

El dibujo que veis en la portada es, con diferencia, el que me ha llevado más horas; todas suman unos seis meses con parones. No por una dificultad extrema, sino por rumiar demasiado las partes viscerales como el movimiento y el color, y no rallarme ni tres en los aspectos preventivos como el sangrado y las dimensiones de la escena… Aparte, los peligrosos parones creativos, dañinos si se dilatan en el tiempo y mortales si no hay suficiente foco. Muchos cambios y muchas dudas… ¿Sobrecarga sensorial otra vez?

El hecho de conocer demasiado, pensar demasiado o todo en demasiado mata la magia pueril. Agradezco a esa biblioteca por darme un tomo de Jimmy Corrigan usado y tanto otro material, y acogerme durante horas en la sección de cómic, donde se dio el mayor salto de fe: ¿puedo yo dibujar?

 

alteraciones sufridas y descartes a lo largo de todas las dudas… (PROCESO CREATIVO)

alteraciones sufridas y descartes a lo largo de todas las dudas… (PROCESO CREATIVO)

alteraciones sufridas y descartes a lo largo de todas las dudas… (PROCESO CREATIVO)

alteraciones sufridas y descartes a lo largo de todas las dudas… (PROCESO CREATIVO)

alteraciones sufridas y descartes a lo largo de todas las dudas… (PROCESO CREATIVO)

alteraciones sufridas y descartes a lo largo de todas las dudas… (PROCESO CREATIVO)

alteraciones sufridas y descartes a lo largo de todas las dudas… (PROCESO CREATIVO)

alteraciones sufridas y descartes a lo largo de todas las dudas… (PROCESO CREATIVO)

Words by
Judith Trench

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